miércoles, 26 de octubre de 2011

Mucho gusto, @setevelindo

Hace unas semanas me encontré con una vieja  amiga de la universidad, era muy cercana y es de ese tipo de amigas que te dañan la cabeza con sus planes y comentarios extraños, esta vez ella me preguntó:

-          Estás sin novio, ¿verdad?
-          Si. Respondí.
-          Tengo que darte algo, me lo agradecerás.
Me dio mucha curiosidad, así que empecé a caminar con ella. Estábamos en un centro comercial fuera de Bogotá, yo estaba en un viaje de negocios, sola, buscando algo para comer.

-          Tengo un local nuevo, llevo viviendo en esta ciudad varios meses y me ha ido muy bien. Me dijo.

A unos pasos, entramos a su sex shop.

#yoconfieso que había entrado a varios sex shop por curiosear, nunca había comprado nada ni había visto con tanto detenimiento pipis como ese día, mi expresión al detallar cada una de las cosas era como la de un adolescente que descubre qué es venirse por primera vez.
Estaba viendo unos juguetes de tamaños impresionantes (de verdad habían pipis tan grandes y gruesos que daban miedo) cuando me llama y me dice:

-          Toma, disfrútalo.
Volteé a mirar sobre mi izquierda y estaba ella con una caja en sus manos. Me entregó el  vibrador con el tamaño más perfecto y color más bonito que había visto, era rojo, tenía varias venas de textura y venía con un patico, el cual tenía un pico que ajustaba exactamente en el clítoris.
Me quedé sin palabras, sentí un nudo en la garganta y tímidamente respondí:
-           ...Gracias.

Compré un lubricante, decía que era para hacer sexo oral, sabor a cereza, era muy pequeño y costaba $6.000 pesos. Me invitó a una fiesta Playboy que iban a hacer esa noche a las 9 pm, pero  le dije que estaba cansada y que me daba pereza ir sola. Nos despedimos y me fui para el hotel.